El viaje de Ozymandias (II). El Desoxidador del Pútrido Propósito.
Segunda batalla de la segunda cruzada azkabanita.
Orzidiash el Viejo dormitaba en una de las galerías exteriores cuando algo interrumpió su ciclo de sueño. No es que los necrones durmiesen, pero Orzidiash el Viejo ya era un anciano cuando la biotransferencia le alcanzó y no había perdido la costumbre de echarse una cabezada cada tres o cuatro milenios. Algo que, en lenguaje necrontyr, significaba colocar su reactor interno en ciclos de recarga y disfrutar del fluir de la energía atómica por sus articulaciones.
Lo que había interrumpido su ciclo de sueño no podía, sin embargo, ser algo más alarmante. Un atronador sonido de artillería llegó desde el exterior de la Mortaja: un corredor dimensional que servía como frontera entre el exterior de las instalaciones y las galerías solemnaceas. ¡Intrusos!
Cómo podía haber intrusos en la misma Solemnace era algo que Orzidiash no podía comprender: pero allí estaban. Y sus pútridas armaduras revelaban claramente cuál era su origen. Los siervos del dios Nurgle estaban a las puertas y Orzidiash no iba a permitirles entrar. Tomó su bastón voltaico, activó la alarma para que su señor Ozymadias lo supiese y despertó a algunos constructos canópticos para impedir que los invasores cruzaran al sagrado espacio necrontyr.
Su primer asalto fue alimentado por la rabia al sentir que el enemigo había interrumpido su sueño. Así pues, se tiró de cabeza contra el primer marine espacial que detectó: un pútrido agitador que empleaba las energías místicas de la disformidad a su alrededor. Pues no lo haría ni un minuto más: no mientras siguiese vivo.
Excepto que no estaba vivo. Orzidiash agitó a los canópticos y descendió sobre el hechicero con un poderoso golpe que habría matado a cualquier otro. No lo mató porque los marines de plaga reducen el d… dolor a su alrededor. Y se llevó una buena cuchillada como recompensa. Orzidiash murió aquel día.
Pero no estaba muerto. Orzidiash se levantó otra vez, iracundo por no echado al maldito engendro de su cripta. Y volvió a enfrentarse al hechicero. Y volvió a morir. Pero no importaba. Cuando el hechicero intentaba asegurarse de que el necrón no volvió a reanimarse: cosa difícil en un cripta como esta… el escudo de Orzidiash detonó con una poderosa explosión que se llevó al hechicero y a todas sus energías. Buena suerte la próxima vez, invadiendo las criptas ajenas. Orzidiash se había ido, pero volvería con nuevas y redobladas ganas por… recuperar su ciclo de sueño.
Mientras tanto, la alarma había sonado y las legiones inmortales se enfrentaron a los marines de plaga. Inmortales y necroguardia avanzaron con tesón, barriendo las filas de Nurgle con disciplinado fuego gauss y marciales golpes hiperfásicos. El propio Lugorias, corruptor de la fe, no pudo escapar a las leales espadas de Amon-Maat.
Tras unas pocas horas de encarnizado combate, no quedaba ya rastro de los marines espaciales del caos. Ozymandias, líder supremo de los necrones, recorrió el campo de batalla reduciendo a los escasos supervivientes al polvo primigenio del que todos procedemos. Encontró el cuerpo de Orzidiash, todavía intentando reanimarse, y lo mandó a reparar entre una nube de escarabajos. Y mientras se aseguraban todos los accesos a la mortaja y se realineaban los pilones de defensa, Zekelkán el Impasible, guardia real de Ozymandias, cantó allí mismo un nuevo título para el señor de los necrones, victorioso en una nueva batalla:
Nemesor Ozymandias, el Trascendente, Líder supremo de Menphis Prime, Guardián Nihilak y Soberano de Todos en nombre de Szarekh, último de los reyes silentes. Ahora Opresor de las Mártires Traidoras y Desoxidador del Pútrido Propósito.
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