Relato corto: Ecos del pasado.

Queridísimos amigos y amigas del blog,

Llevo varios meses sin publicar a causa de diversos problemas personales que, afortunadamente, van quedando atrás. Ha llegado la hora de despertar, de nuevo, en esta mi cripta necrontyr. Ha llegado la hora de volver a ver el Sol e irradiar con toda su fuerza a las dinastías menores que nos acompañan.

Y quiero recuperar las entradas compartiendo con vosotros mi último relato corto. No quise hacerle mucha publicidad en su momento puesto que La Voz de Horus planeaba dramatizarlo, pero no he vuelto a oír noticias del tema. Resulta que el relato quedó en segundo lugar en el Concurso de Relato Corto del X GT de Talavera, premio del que me siento muy orgulloso. No es fácil encontrar reconocimiento entre historias que no hablen del imperio de la humanidad o su contrapartida con pinchos, así que me alegré enormemente por la buena acogida que tuvo el texto. Seguiré extendiendo el Imperio Infinito de los necrontyr.

¡Chupatintaz de segunda clase!


No me extiendo más. Espero vuestros pareceres en la sección de comentarios.

¡Disfrutadlo!

 

ECOS DEL PASADO

[Fallo en el engrama C. Bloque de memoria dañado. Unidad 001200125 bajo análisis].

Ekthis no tenía ni la menor idea de lo que esto significaba. Y su esposa Kara mucho menos, pese a que no paraba de repetir esa frase mientras paseaba a su alrededor. Él la miraba, inquieto. Aun con todo el tiempo que llevaban allí, no había conseguido explicarle el significado de estas palabras. La maquinaria que los rodeaba no paraba de emitir quejidos, nubes de gases y vibraciones enigmáticas. Y el mensaje, tantas veces repetido, no desaparecía de su cabeza.

Ekthis intentó pensar en otras cosas y divagó sobre el oscuro ambiente en que se encontraban. Luces azules, rojas y, en ocasiones, amarillas, emergían de las ranuras ubicadas en el suelo. El color amarillo le era particularmente atractivo, pues le recordaba al vestido de finas telas que le había regalado a su mujer cuando se comprometieron. Había pasado mucho tiempo, pero jamás podría olvidar ese día mágico en que sus almas y sus cuerpos se unieron en un vínculo sagrado: un vínculo para toda la vida. Kara llevaba el vestido amarillo ceñido con un broche rojo y sus formas sugerentes le habían embelesado ese día como cuando eran jóvenes. Su atractivo no tenía rival en toda la ciudad, le había dicho, y ella se había sonrojado.

Ahora Kara se mostraba distante y ajena. Había pasado dos o tres veces por delante de él en las últimas horas, y en ningún momento le había dirigido la palabra. Ekthis se preguntaba por qué se mostraba así y qué había hecho para provocar esa reacción. Intentó pensar en su pasado y averiguar la respuesta, pero lo único que recordó fue el fallo en el engrama C y estaba demasiado cansado para continuar, así que cerró los ojos.

Los abrió poco después. No sabía si habían pasado minutos u horas. Y allí seguía Kara, paciente, vigilante, buscando algo entre las máquinas. Ekthis intentó dirigirle la palabra, pero, antes de emitir ningún sonido, se lo planteó mejor. No sabía si estaba enfadada, y era una mujer de mucho carácter a la que no era buena idea soliviantar. La última vez que esto había ocurrido, habían discutido. Habían sido tiempos muy difíciles. Y esta cadena de pensamientos le permitió recordar algo que ya creía olvidado.

Él pertenecía al grupo de combate Alpha de la decimosegunda falange. Era un guerrero, un soldado al servicio del rey con grandes honores tras la rebelión de Ogvertis. Habían aplastado a los rebeldes y celebrado la victoria, y él se había cubierto de gloria dentro de su regimiento. El valeroso Ekthis. Pero después vino la traición. Se enfrentó a Mentkes, el sargento instructor que los había entrenado a todos, y también a Urbaru, el gobernador real al que antaño protegiera y que ahora los condenaba a todos a un destino peor que la muerte. Los encerró a todos en las cámaras y se ganó su odio. Kara le había pedido que se marchasen del planeta, que tenían que actuar antes de que fuese demasiado tarde. Pero él no le había hecho caso. Su sentido del deber le impedía deshonrar a su regimiento y a su apellido. Las facciones se habían enfrentado en el seno de su propio planeta y quienes no tomaron partido acabaron encerrados o muertos. Kara discutió con él, intentó convencerle y solo consiguieron distanciarse.

[Fallo en el engrama C. Bloque de memoria dañado. Unidad 001200125 bajo análisis].

Ekthis lo recordaba con tristeza y con melancolía. Y pese a tenerla tan cerca, sabía que no le perdonaría una acción como esa. En su interior habían pugnado el amor y el honor, el deber hacia su patria y el deber hacia su esposa, y su decisión no había sido la correcta.  Así pues, no esperó cariño ni atención por su parte, solo quería esperar el tiempo suficiente para que su enfado terminase y se diese cuenta de que allí, en el interior de la cámara, solo se tenían el uno al otro.

[Fallo en el engrama C. Bloque de memoria dañado. Unidad 001200125 bajo análisis].

Ahora la contemplaba apenado y percibió la cenefa roja que recorría su hombro. El color de la sangre no le era desconocido y se dio cuenta de que ella también había tenido que esforzarse para estar con él. Sin embargo, eso no le había llevado a un mejor destino. Recordó los momentos finales que los habían conducido hasta allí. El sargento Mentkes los había empujado con violencia y le había quitado su espada ceremonial. Ekthis le pidió que entrase en razón, que no cometiese un acto del que pudiese arrepentirse. Fracasado este intento, Ekthis se arrojó sobre el sargento y trató de recuperar su arma. Rodaron por el suelo y pelearon.

Ekthis no tenía la envergadura de Mentkes y, pese a sus éxitos militares y su fuerza, no pudo imponerse sobre su superior; la ventaja de una espada, aún desprovista de filo, era demasiado grande. El voluminoso sargento acabó por propinarle un violento golpe en el rostro. Ekthis estaba confundido, pero no se rendiría. Se alzó de nuevo, dispuesto a prolongar la lucha, solo para darse cuenta de que la pelea había terminado. Mentkes había agarrado a Kara y la amenazaba con la punta de la espada. Solo tenían una opción: o entraban en la cámara de los dioses o ella moriría. Ante este ultimátum, Ekthis se revolvió y aceptó entrar. Pero su interior bullía de rabia. Antes de que les encerrasen del todo encontraría una forma de escapar.

Lo prometía.

[Fallo en el engrama C. Bloque de memoria dañado. Unidad 001200125 bajo análisis].

Pero eso no había ocurrido. Hizo cuanto pudo por hallar una solución. Hubo gritos, hubo dolor, pero no hubo salida. La pena se unió a la rabia que sentía, y hubiese llorado y gritado contra aquellos malnacidos que los condenaban. Pero de nada servía. Solo quería volver a los brazos de Kara. Haciendo un esfuerzo sobrehumano, Ekthis se levantó y empezó a mover sus entumecidas piernas. Avanzó hacia Kara, que seguía rebuscando entre las máquinas del interior de la cámara, y la llamó por su nombre. Esta se dio la vuelta, sorprendida, y le miró fijamente. Ekthis alzó los brazos hacia ella, pidiéndole el abrazo que le había negado durante demasiado tiempo. El dolor era demasiado fuerte entonces, pero ahora, tras lo que habían vivido, debía quedarse atrás. Kara no respondió al abrazo. Retrocedió dos pasos y le negó el contacto que le suplicaba. Ekthis no entendía este comportamiento tan frío. Él solo quería sentirla una vez más. Pero lo que sintió, sin embargo, fue un estallido y una humareda contenida por los muros de la cámara.

[Fallo en el engrama C. Bloque de memoria dañado. Unidad 001200125 bajo ataque].

Su pecho estalló en mil pedazos y Ekthis cayó al suelo de rodillas. Las fuerzas le abandonaron y se estrelló contra las losas de piedra mientras alzaba la mirada una última vez. La silueta de Kara, mucho más grande de lo que recordaba, se le acercó y le miró con curiosidad mientras dejaba de lado el arma con que había atacado a su esposo unos segundos antes. En la mirada de Ekthis se desvaneció todo signo de pensamiento o recuerdo mientras expiraba. Confundido, sus últimas palabras se perdieron entre el ruido de las máquinas y el creciente líquido ocre que emergió de su destrozada garganta.

[Fallo en el engrama C. Bloque de memoria eliminado. Unidad 001200125 reiniciando].

Cuando Ekthis volvió a abrir los ojos, la figura de amarillo estaba de espaldas. Pero él ya no era Ekthis. Y en su mirada ya no había anhelos, esperanzas o miedos.

[Fallo en el engrama C. Bloque de memoria eliminado. Unidad 001200125 En reparación].

La unidad 125 se levantó con dificultad mientras pequeños fragmentos de un metal brillante se recomponían a su alrededor y se unían a su pecho con un sonido vibrante.

[Fallo en el engrama C. Bloque de memoria eliminado. Unidad 001200125 En reparación].

Se erigió en toda su altura y agarró al intruso con toda su fuerza. Lo que agarró habría sorprendido a Ekthis en otros tiempos, pues nada tenía que ver con la mujer mortal que se desvanecía de sus recuerdos. La unidad 125 giró el cuerpo que tenía delante y comprobó que era incluso más voluminoso que él. La figura de amarillo que tenía delante intentó echar mano de su bólter, pero esta vez no lo logró. La unidad 125 cerró unas implacables manos en torno a la garganta de la figura y no dejó de apretar hasta que escuchó el sonido del casco quebrarse, los huesos romperse y la piel desgarrarse. Tiró con toda su fuerza y el cuerpo decapitado cayó al suelo. Al cuerpo le siguió el casco, adornado con un puño negro sobre campo amarillo y cenefa roja, con una cabeza todavía en su interior. 

[Corrección en el engrama C. Bloque de memoria eliminado. Unidad 001200125 reparada].

La unidad 125 avanzó unos pocos pasos más y contempló la puerta abierta de su cámara: la cripta de un guerrero honrado y maldecido por los dioses con los dones de la biotransferencia.

[Engrama C corregido. Bloque de memoria eliminado. Unidad 001200125 operativa].

El velo de sus ojos cayó y contempló el cadáver del metahumano que había profanado la tumba de la decimosegunda falange. A su alrededor, las máquinas volvieron a emitir un sonido ahogado y el resto del grupo de Necroguardias Alpha, los mejores de la dinastía, se activaron perezosamente y se unieron a él. El rey los llamaba a su lado. El despertar había comenzado.

[Unidad 001200125 operativa. Unidad 001200137 operativa. Unidad 001200142 operativa].

Cuando los Necroguardias abandonaron la cámara, sus puertas se cerraron con un golpe seco. En su interior quedaron los ecos del pasado. Junto al cuerpo del Adeptus Astartes reposaría para siempre la memoria de Ekthis, el valeroso, el olvidado. Y en un nicho apartado, cerca de ambos, el cadáver de una necrontyr asesinada sesenta millones de años atrás. El cuerpo fosilizado por el paso del tiempo todavía llevaba un vestido amarillo y un broche rojo. En su interior, el fragmento de la espada ceremonial que le había dado muerte, así como el cadáver de la hija en común que nunca tuvieron.

 

 

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Solaris Sol Inmortalis.

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